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    Pedro I, el Cruel o el Justiciero, fue un rey que ha dado mucho que hablar. No son pocas las historias que se cuentan de él. Una de ellas es una leyenda cuya prueba aún perdura en una calle sevillana.
    Según cuenta la leyenda, todo aconteció bien por un lío de faldas o por desafiar al entonces alcalde de la ciudad, Domingo Cerón, quien afirmaba que en la ciudad no se cometía ningún delito que quedase sin castigo, cosa que el monarca quiso comprobar. Caminaba solo por la ciudad embozado en su capa cuando se encontró con un rival directo: uno de los Guzmanes, hijo del Conde de Niebla, familia que apoyaba a Enrique de Trastámara, hermano bastardo del rey, que quería destronarle.

Un mal encuentro que por supuesto acabó en choque de espadas. Un duelo nocturno, que acabó en la muerte del miembro de los Guzmanes. Una anciana que se asomó alarmada por el ruido de aceros fue testigo de lo sucedido; alumbrándose con un candil pudo distinguir que el matador era un hombre rubio, que ceceaba al hablar y al que le sonaban las rodillas al andar como si entrechocaran nueces, o sea, el mismísimo rey. Por miedo a ser descubierta se retiró precipitadamente de la ventana, lo que provocó que el candil con el que se alumbraba cayera a la calle y fuera descubierto por los alguaciles, que dedujeron lo sucedido y la detuvieron.

    Al día siguiente los Guzmanes exigieron justicia, a lo que el rey contestó prometiendo la cabeza del culpable en el lugar del asesinato. Fue la misma anciana quien al cabo de unos días llevaron para atestiguar, aunque se negó a hacerlo, por temor a represalias. En un momento, el rey llamó a la anciana a su presencia y le dijo al oído "Di a quien viste y no te ocurrirá nada; te doy mi palabra". La anciana, ante la promesa del rey se tranquilizó, y pidió a este que le trajesen un espejo. Se situó justo delante del rey con el espejo frente a este y le dijo: "Aquí tenéis a vuestro asesino".El rey digamos que cumplió a su manera la promesa de cortar la cabeza del asesino. Mandó colocar una caja de madera en el lugar del suceso, en la cual, aseguraba a los ofendidos Guzmanes, se guardaba la cabeza del asesino y ordenó que esta no se abriese hasta el día de su muerte, siendo vigilada día y noche. Al morir Pedro I se abrió la caja y cuál fue la sorpresa de todos al encontrar en ella un busto del monarca. Aún a día de hoy está visible, aunque no es primitivo, y da nombre a la calle Cabeza del rey don Pedro.

Cabeza del Rey Don Pedro

Primitivo busto del rey don Pedro. 

↑ Haz click sobre la imagen para acceder a la localización de esta calle. â†‘

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